lunes, 10 de diciembre de 2007

LOS TRAPOS SUCIOS DEL “MODELO CHILENO”


de:No Hay Metas Imposibles, Sino Personas Sin Esperanzas

LOS TRAPOS SUCIOS DEL “MODELO CHILENO”

Ignacio Dobles Oropeza

Con inusitada insistencia, los sectores dominantes de la región latinoamericana suelen señalarnos las bondades del “modelo chileno”, como aquel al que deben aspirar nuestros países, ante todas las dificultades que enfrentan.

Claro, no suelen decir que se trata de un modelo construido sobre un charco de sangre, y que, en muchos sentidos, la larga “transición” desde que dejara el poder Pinochet sigue definiéndose sobre la base del diseño trazado por éste, y por los sectores que lo acompañaron.

En su edición 140, del 9 de noviembre del 2007, la interesante publicación chilena El Periodista (www.elperiodista.cl) presenta un texto bastante comprehensivo, elaborado por el economista Roberto Pizarro, titulado “haberes y deberes del modelo chileno”. Quisiera a continuación referir algunos de los argumentos esbozados.

Empieza su artículo Pizarro señalando que:

“Sobre una discutible matriz de distribución del ingreso nacional, la democracia, conquistada con el sacrificio de la inmensa mayoría de los chilenos, no solo no ha favorecido el acceso de la representatividad a todas las fuerzas políticas, sino que tampoco ha servido para permitir la intervención participativa de la sociedad civil organizada”. En forma sucesiva y a pesar de las distintas gestiones, los gobiernos de la Concertación asumieron el modelo económico heredado del régimen militar, aunque sus economistas lo habrían cuestionado desde la oposición a Pinochet”.

O sea, en mas de un sentido, la democracia regentada por la Concertación ha sido “la continuación de la dictadura por otros medios”, construyendo según Pizarro “Una muralla cada vez mas alta que divide económica, social y políticamente a los chilenos”.

El programa aplicado:

“..Ha consagrado en el país una educación inservible para los pobres y las capas medias, junto a una educación privada empresarial para las familias de altos ingresos. Los niños pobres tienen asegurada la pobreza, aquellos provenientes de capas medias viven un futuro incierto y los hijos de las familias ricas tienen garantizadas las mejores universidades en Chile y el extranjero”.

La constitución pinochetista, aun vigente, no solo excluye de la representatividad política a fuerzas significativas con influencia social, sino que consagra un “estado subsidiario” que le impide al gobierno desplegar iniciativas económicas y actuar con flexibilidad a favor de los sectores económicos mas débiles”. Dice Pizarro:

“La economía chilena, fundada en el mercado libre, con Estado Mínimo, apertura indiscriminada al mundo, con una política económica de superavit fiscal y con un sistema impositivo regresivo, no ha sido capaz de nivelar el campo de juego a favor de los débiles, fortaleciendo más bien las posiciones de los grupos económicos nacionales y transnacionales”.

Por primera vez en la historia, con este modelo, chilenos aparecen en las listas de las personas más ricas del planeta. Por otro lado, se focaliza:

“la salud en los sectores de extrema pobreza, con hospitales derruidos, largas filas de enfermos, médicos mal pagados y un sistema de salud publica conocida como Atención Universal Garantizada por el Estado (AUGE) que es de implementación confusa y que convive con el sistema de obras sociales privadas, llamadas Institutos de Salud y Previsión Social (ISAPRES) que funciona prácticamente para ricos en clínicas tecnológicamente sofisticadas, cuya atención se asemeja a hoteles cinco estrellas”.

A esto se le suma, según el analista, la banalización y

farandulización del debate público por parte de medios concentrados en muy pocas manos, que el gobierno ni siquiera se ocupa de regular, una creciente vulnerabilidad ciudadana que se expresa, por ejemplo, en tarifas de servicios muchas veces arbitrarias, inexplicables. Muchas veces no se sabe lo que se

está pagando, y ante cualquier reclamo, es el cliente el que es responsabilizado. Menciona, también, una “universalización de la desesperanza”, y el significativo hecho de que la mitad de los hombres y las mujeres no participan en las vida política.

Hay luchas, y resistencias, por supuesto, como las de los estudiantes de secundaria y los obreros del cobre en los últimos dos años, pero el panorama es, ciertamente, difícil para la búsqueda de la justicia.

Termina su artículo Pizarro con lo siguiente, haciendo referencia a los políticos y las políticas de La Concertación:

Resulta trágico comprobar que la misma generación política que lucho y conoció el proceso de transformaciones a favor de los humildes, que primero impulso Frei Montalva y luego Salvador Allende, haya terminando administrando el modelo que

reinstaló y profundizó las desigualdades en Chile”.

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